viernes, 30 de octubre de 2009

Una semana extraña

Esta semana no me ha convencido demasiado, para que nos vamos a engañar. He tenido la oportunidad de experimentar algo que hacía tiempo que no sentía, o al menos no con esa intensidad: la soledad. Vaya usted a saber que extraños mecanismos se alían en tu cerebro para que pequeñas cositas sin trascendencia se combinen asombrosa y eficientemente transformando tu vida en una puta mierda.

Off-topic: lamento utilizar vocablos gruesos en estos escritos, pero no he sido capaz de encontrar un sinónimo que refleje mejor el sentimiento que he tenido al menos durante media semana.

Sigamos... Esas pequeñas cosas sin trascendencia han sido tan nimias como que Mr. Lucky ha estado muy ocupado y no hemos podido disfrutar de nuestra habitual cena intersemanal: le he echado un montón de menos. Otra: el lunes vino la asistenta social del ayuntamiento para hablar de lo que nos ofrecía la Ley de la Dependencia para Sara. Parece mentira que la máxima ayuda que te ofrezcan sea ridícula comparada con los gastos que tienes. Pero bueno, menos da una piedra... Muscul Man ha estado especialmente frío estos días; tampoco nada relevante, quizá yo estaba predispuesta a sentirme sola, pero mira, le he notado lejano...

Por suerte, a partir del miércoles las cosas empezaron a mejorar. Un ratito chateando con Vicky, comentando mis últimas "frivompras"en Internet... (he descubierto una tienda maravillosa en eBay: La Perla Negra, me voy a dejar la mitad de mi nómina, lo veoooo), un ratito de charla con Mr. PKs, una cena fuera ligerita y ya la semana empezó a mejorar.
El jueves Casa Jaime con Vicky, la Mòni y el turroncito de Yerko hablando de la fiesta del 7 de noviembre; hoy cena con mis ex-compañeros de trabajo y mañana partida con Imperator ejerciendo de maestro de ceremonias: parece que, definitivamente, la semana remonta.

Próximamente: de cómo negocié asistir a la RAM 2009. Que Dios nos pille confesados...
.
.

sábado, 24 de octubre de 2009

Cosas que nunca aprendo

Uno piensa en su infinita ignorancia que aunque no lo sepa todo, hay cosas que las tiene dominadas, vamos, que poco más puede aprender al respecto.
Por suerte, es cuestión de tiempo que algo o alguien te ponga en tu sitio y te haga darte cuenta de lo simple que uno puede llegar a ser.
Me precio de ser una buena conocedora de las personas y un ser esencialmente social; casi hago mi bandera de ello. En ocasiones pienso: si, ese tiene una carrera profesional de la hostia, o aquel es un profundo conocedor de las ecuaciones de Maxwell, las sinfonías de Beethoven, o el ritual circunspecto de los titis a la hora de aparearse... Pues lo mío es socializar. ¿Qué pasa?
Y cuándo estoy a punto de crecerme tanto que me veo dándome con la frente en el quicio de la puerta, va y me enfrento a una situación de esas que te dejan, no ya descolocada, sino teletransportada a trozos, de forma que no ubicas ni dónde tienes la cabeza ni dónde los pies.

Uno piensa en su infinita ignorancia, que los buenos amigos son aquellos que te acompañan en tu experiencia vital; en todas y cada una de las vidas por las que vamos transitando. Algunas con pena, otras con gloria, y la mayoría con una combinación agridulce de ambas. Parece que esos amigos maravillosos (que los hay, desde aquí os digo que os quiero mucho y siempre, aunque no os trate ni mucho menos como os merecéis), son los únicos ciertos... Los que han sido, son y serán, y tiene tendencia a menospreciar a las visitas inesperadas, cómo si el tiempo fuera una magnitud en una sola dirección, cuándo en realidad el tiempo es esférico.

De una temporada a esta parte, estoy conociendo a gente maravillosa, y me sorprendo a mí misma sintiéndome mucho más cerca de ellos de lo que cabría esperar en esa concepción lineal de las cosas que hasta ahora había sido mi devenir social. Ahí está el historiador metido a topógrafo, la enfermera del metal, la chica estupenda y Mr. "Go Me". Todos ellos de una rotundidad absoluta en su unicidad, y que me hacen feliz. Sin más y cada uno en su estilo. No hay que olvidar tampoco al señor de las cervicales, o a la chica comprometida y maravillosa que me envía correos de mis cosas siempre que encuentra algo que me puede interesar. Y a mí especial Sr. Pecas. Cielo, si me lees, que sepas que no me merezco lo que me das, pero que te lo agradezco de todo corazón.

A todos vosotros, y a alguno más que me dejo, seguro, muchas gracias por estar ahí, y por hacerme ver lo tonta que puedo llegar a ser cuándo me pongo :)

Os quiero!
.
.

jueves, 22 de octubre de 2009

Otro 21 de octubre

Bueno, pues ya ha ocurrido de nuevo. He añadido uno más a la cuenta. No me siento diferente de hace dos días, sin embargo el calendario dice que soy objetivamente mayor. Es curiosa esa divergencia entre los datos objetivos y los subjetivos que se da cuándo cumples años. No importa lo que te diga el cuerpo: eres mayor y punto...
Aunque no me gusta en absoluto utilizar fechas destacadas para hacer examen de conciencia (yo soy más de evaluación continua :)), lo cierto es que llevo una temporada con situaciones que me desbordan (para qué nos vamos a engañar), y a veces me sienta bien parar, planificar y recapitular.
Mirando hacia atrás, estoy razonablemente satisfecha de la evolución de mis cosas estos últimos meses. Algunas de las más importantes las he encauzado (creo) con eficacia, y las otras... bueno, estamos en ello. No hay que pedirle peras al olmo, y, de momento, no estoy echando frutos.

Mirando hacia adelante, varios proyectos me esperan. Este año toca dedicarse a fondo a mi hijo mayor, sin dejar por ello de estar muy encima de mi princesa y no descuidar al de en medio que, al final, es el que acaba recibiendo sólo por ser el que menos problemas tiene. En ese sentido, quiero buscarle un buen sitio en el que potencien su creatividad, magnífica y desbordante. Ese niño tiene un talento inmenso, y sería imperdonable por mi parte no darle cancha para que lo desarrolle.

Me planteé volver a la Universidad, pero una serie de obstáculos burocráticos atrasarán el proyecto al  menos un año. No lo descarto; lo dejo en standby por ahora.

Tengo que dedicarme un poco de tiempo a mí, así que he decidido planificar una dieta equilibrada (qué mal como ahora!), algunas sesiones de Body Pump para tonificar, y masajes periódicos con el fisioterapeuta para que me vigile la espalda: allí es dónde envío todas las tensiones, y se acaba resintiendo.

Otra cosa que me preocupa es el montón de gastos extras, inevitables, que se nos vienen encima. Necesito sacar dinero de debajo de las piedras para poder garantizar que mi princesa tenga la atención que merece y necesita. Eso ha hecho que nos embarquemos en un proceso legal para exigir responsabilidades a los que debieron proporcionarnos esa atención y sólo nos hicieron perder un año y medio de nuestro tiempo. Aún está el tema en sus inicios, pero vamos a ir a por todas, y que Dios nos pille confesados.

Tengo la cabeza en plena efervescencia con muchas otras historias, más personales si cabe y, por lo tanto, mucho más "desgastadoras". Tendría que hacer un poco de higiene mental y volver a organizar mi mundo, algo convulso ultimamente. Somos esclavos de nuestras visceras, y eso no siempre es saludable.

Y eso es todo de momento. Me dejo un montón de cosas, seguro, pero habrá tiempo de pensar en ellas. Voy a intentar cambiar la tendencia y vivir de forma analógica, no digitalmente, como llevo haciendo estos últimos años....
.
.

domingo, 11 de octubre de 2009

El punto justo

Hay días en los que te levantas y te das cuenta que ese va a ser un día de contrastes. Es imposible que le encuentres el punto justo a las cosas. Hoy es uno de esos días...
Y, al menos en mi caso, eso es malo, muy malo. Me explico: tengo tendencia a llevar las cosas a los extremos de natural. Pero los días de contrastes, esos extremos se antojan imposibles. Si me levanto y los niños tienen la habitación desordenada (vamos, como siempre hasta que llega el sargento Susana), entro en cólera y exigo solución inmediata. Si llamo a mis padres y el teléfono comunica, me indigno y asumo que SIEMPRE están hablando por teléfono cuándo yo llamo... si no lo cogen, entonces no entiendo para qué tienen teléfono si no lo oyen.
Y así, sin prisa pero sin pausa, el mundo se va posicionando contra mí. Indefectiblemente. Aunque parezca imposible, acabo agotada de luchar contra todo y contra todos.
Hoy he intentado hacer limpieza al mediodía. Me he retirado a mi habitación durante una hora para descansar. Tenía la intención de dormir y no pensar en nada, pero mi cerebro rebullía con todas las injusticias acaecidas durante la mañana, y todas las anteriores a lo largo de mi vida, que se enlazaban y correlaban con una pasión extraña.

Por una vez, insisto, he intentado hacer higiene mental. No estoy segura de haberlo conseguido. Al menos ha sido un cambio en la evolución habitual de estos días.

El problema lo tengo esta noche. Tengo canguro reservado desde hace varios días, pero no me apetece hacer nada con ese tiempo: no me motiva ir al cine, ni al teatro, ni salir a cenar o de copas. Y eso hace que mi día sea un poco más mierda, porque me va a costar dinero esta noche, y no va a ser para bien. Bueno, quizá se me ocurriría alguna cosa interesante que hacer. Pero no es viable.

Pero hoy no es un buen día para razonar. Si acaso para encerrarse en mi caja de Pandora particular y tirar bien lejos la llave. Para desear con todas mis fuerzas que mañana sea un día en el que le pueda encontrar el punto justo a las cosas.
.
.

viernes, 2 de octubre de 2009

Siete vidas tiene un gato... Y yo?

No puedo evitarlo: me encanta el otoño. No sé si tiene que ver con que se acerca mi cumpleaños (hubo épocas en las que esa fecha era motivo de jolgorio y regocijo), o con algún tipo de renovación anual, pero me sienta estupendamente el mes de octubre.

Estaba precisamente pensando en ello, cuándo las ideas de renovación, periodicidad, años y un gato (que ví hace unos días en Lleida) se correlaron en mi cabeza de una forma extraña llevándome a una de esas reflexiones personales que tanto me distraen... y que aportan bien poco a la evolución de la Humanidad.

Pensaba en aquel gato. Parecía enfermo...Eso me llevó a pensar en las siete vidas de un gato. El tiempo que pasó entre ese momento y pensar cuántas vidas tendría yo y cuántas me quedarían fue equivalente a lo que tarda una sinapsis en echarse una siesta. Es decir, 10 elevado a menos mucho.

Cuándo hablo de las vidas que tendría me refiero a "periodos temporales" a lo largo de los años de existencia. Pero, por favor, no seamos lineales... No se trata de dividir tu vida en infancia, adolescencia, madurez y senectud y quedarse tan ancho. No, se trata de evaluar periodos en tu vida que, por sus características son completamente diferentes entre sí. Llevado al extremo, podría ser como cuándo Sidharta se convirtió en Buda: una vida antes y una vida después para el mismo ente biológico.

Y allí estaba yo, evaluando mis circunstancias e intentando ver cuántas de estas fases he vivido. No es fácil despedazar tus experiencias, correlarlas y encontrar un factor diferencial que te permita poner límites: "las cosas cambian pero mi vida sigue siendo sustancialmente la misma"/"las cosas han cambiado tanto que mi vida ya no es la misma".

Y cómo estas cosas no se pueden modelizar matemáticamente (aunque todas las fibras de mi hipotálamo me lo pidan), tuve que entrar en el complejo mundo de las emociones y sentimientos (aparta de mí ese Caliz!!!) para intentar poner orden. Y conseguí marcar una serie de fases. No os aburriré dando detalles íntimos al respecto. Al fin y al cabo, la vida de uno sólo le importa a ese... Y a veces ni eso.

Lo que me preocupa es que estoy en mi séptima vida. Creía que me quedaban algunas vidas por delante.

Espero tener más vidas que un gato...
.
.

SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.