jueves, 25 de febrero de 2010

El infausto Príncipe Azul

Cuánto daño le ha hecho a las mujeres de mi generación la incierta y difusa figura del Príncipe Azul. Ese individuo lejano, que aparecía al final del drama y salvaba a la indefensa criatura de todos sus males. A partir de ese punto, ya sabías que estabas a salvo. Habías llegado a Ítaca y sólo restaba comer perdices hasta morir de felicidad.
Las mujeres de esos cuentos sólo tenían una virtud: la de su magnífica belleza. Y eso les daba derecho a cualquier parabien que se terciara. No importaba que fueran lerdas, incultas o zafias, mientras no se les notara. Era suficiente con ser mujer escaparate... Y sólo desde ese púlpito recibirían la recompensa más deseada: un Príncipe Azul en exclusividad y de por vida.

El problema es que nos llenaron el subconsciente de esas ideas, y, aunque uno crea que es capaz de racionalizarlas, si te las inculcan de tan chiquitina, cuesta extirparlas por completo. Y siempre queda un rinconcito para Él. Para soñar con él y con una vida de felicidad. Por supuesto, cada una tenemos una idea de cómo será nuestro Príncipe, faltaría más!

Y cuándo ese Príncipe se materializa, empiezan las discordancias. Ese hombre perfecto, magnífico y lleno de promesas de felicidad... resulta que es humano. Y tiene flatulencias. Dónde coño está escrito que un Prínicpe Azul haga semejantes ordinarieces?? A ver, premio para el que encuentre la referencia.
Y empiezan a pasar cosas que van alejando tu concepto de la realidad. Y cada paso que dan alejándose te sume más y más en la desesperación. Esto no era lo que te esperabas...

Y una vez aclarado ese punto (el de que tu Príncipe Azul es más bien tirando a paje y de un tono gris marengo), ¿cómo sigues adelante con tu vida?. La has construido sobre una roca que resulta ser barro. Así que toca empezar de nuevo con otra base de partida:

Hay mujeres que piensan que en realidad ese mamarracho que tienen al lado no es su Príncipe Azul y lo dejan para seguir buscando de nuevo. Eternas Lolitas ajadas que nunca alcanzan la felicidad.
Las hay que se resignan con lo que tienen e intentan adaptar su realidad a sus sueños, sin saber que son hormas diferentes y que siempre harán rozadura.
Las hay que optan por la soledad, consciente y buscada, y sin embargo igual de amarga sólo que a sorbos más pequeños.
Las hay que consiguen vivir su sueño y creen que el hombre que las acompaña es realmente aquel con el que siempre soñaron. Llamadme desconfiada, pero no me fío un pelo de la salud mental de estas últimas...

¿Cuál es la mejor solución? Pues yo no la tengo. Sólo un ruego: quemen todos los cuentos de Princesas y Príncipes Azules. ¿Cuántas generaciones más de mujeres queremos que sigan acumulando sueños y decepciones a partes iguales?
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domingo, 21 de febrero de 2010

Going Home

Hay ocasiones en las que tienes la sensación de "haber vuelto a casa". Esa sensación no está relacionada en absoluto con un lugar físico, sino con cómo te sientes. Es un estado absolutamente maravilloso, en el que las cosas están donde tienen que estar y tú te encuentras tranquilo, seguro, cómodo. Como si toda tu vida y las cosas que te han pasado te llevarán a ese punto Omega. Eres feliz, absoluta e irremediablemente.
Pues bien, ayer experimenté esa sensación durante cerca de una hora. Una maravillosa hora que exprimí con una necesidad irracional, que no están los tiempos para desaprovechar oportunidades de ser feliz...

Lamentablemente, acabó. Y me temo que los puentes que me llevan a ese hogar hace tiempo que no son transitables. El de ayer fue un regalo excepcional al que aún ahora no acabo de renunciar. Pero voy a tener que abrir los ojos. Y seguir haciendo mi camino con la vana esperanza de volver a encontrar mi Ítaca...
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viernes, 5 de febrero de 2010

Tan malo es ser mediocre?

Hoy he tenido una charla de esas en las que no consigo explicarme. El motivo es bien fácil: llevo tanto tiempo intentando que mis relaciones sociales sean placenteras y agradables, que me cuesta un montón llevar la contraria. Los motivos que pretendo defender están dentro de mí, pero de alguna forma, se resisten a materializarse, cómo si dejara que los demás expusieron los hechos y yo acabara balbuceando excusas inconexas y poco elaboradas. Me falta práctica dialéctica a cascoporro.

Así que aunque no lo parezca, cuándo inicio una discusión (en el buen sentido), acostumbro a tener motivos para hacerla que me rondan la cabeza (a veces sin ser consciente). Quizá debería razonar para mí las cosas antes de sacarlas fuera. Que ya me toca aprender a hacerlo, coño!

La discusión giraba alrededor de si ser mediocre es bueno o malo, y si alejarse a los extremos de la campana de Gauss supone llevar asociado una patología.

No puedo hablar por nadie que no sea yo, así que vaya por delante que hablo por mí y mis circunstancias... Me gusta ser mediocre. Estar en esa nube indefinida de normalidad. Tener mis momentos de originalidad y mis extremos, por supuesto, pero no estar permanentemente en ellos. Necesito sentirme acompañada de gente que piensa como yo, siente como yo y vive como yo. Ser único es una carga muy pesada que siempre acaba pasando cuentas. Aunque a simple vista no lo parezca, vivir con alguien único es agotador. Y aunque la convivencia te enriquezca, pierdes muchas cosas. Entre ellas tu derecho a llevar una vida normal. Pero oye, que si te gusta, estupendo!

Me gusta pensar que me equivoco más a menudo de lo que debiera, y que me arrepiento de muchas cosas (íncluso empiezo a pensar si no será mejor arrepentirse de lo que has hecho). Mis errores me ayudan a mejorar, aunque muy despacito. Y aunque estoy razonablemente segura de mí misma, en ocasiones me replanteo las cosas intentando encontrar esos momentos en los que no tomé la decisión correcta.

Partece chulo tener una vida excepcional, única, trascender más allá de tu época y dejar una huella indeleble, pero ante todo, soy un ser social. Y eso hace que prefiera disfrutar a las pequeñas cosas de la vida que vivir una experiencia trascendental. Con todos los inconvenientes que ello suponga.

Aunque claro, que sería de mi mediocre vida sin esos extremos que me centran? :)
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SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.