martes, 12 de junio de 2012

El inquietante círculo rojo

 

Procastineando en Facebook, saltando de un lado a otro he llegado a una foto que ha captado mi atención instantáneamente.
Ese círculo rojo, de algún tipo de esmalte, me ha traído a la memoria un recuerdo profundamente triste. Lo más curioso de todo es que he sentido angustia y tristeza al verlo, pero no he sido capaz de recuperar el recuerdo original que me provoca esas sensaciones. Lo vislumbro entre brumas: es una casa sombría, hay esmaltes rojos, un olor característico para mí pero difícilmente definible y esa tristeza infinita que todo lo invade. Calculo que debe hacer al menos 30 años de ese recuerdo escondido que se niega a salir a la superfície. Voy a dejar de intentar recuperar y a intentar separar mi vista de ese inquietante círculo rojo...
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miércoles, 6 de junio de 2012

Hubo un tiempo en el que creía en dragones...

Hubo un tiempo en el que creía en dragones. Entonces era todo más fácil. Tengo un cansino sentido de la justicia, pero con minúscula, de la que Richard Gere habla en "Las dos caras de la verdad":

"El primer día en la facultad de Derecho, el profesor nos dijo dos cosas: de hoy en adelante cuándo sus madres les digan que les quieren pidan una segunda opinión. Y si desean justicia, vayan a un burdel pero, eso sí: si quieren que les jodan, vayan a los tribunales".

Quizá para eliminar posibles disquisiciones morales, en vez de justicia debería hablar de equilibrio. Me gusta... necesito pensar que todo tiende a equilibrarse con el tiempo, que si alguien hace algo malo, tarde o temprano acaba pagando por ello y que las buenas acciones no quedan sin recompensa. Todo eso era muy fácil cuándo creía en dragones... Porque hacía que el tiempo fuera infinito para cada uno de nosotros. Para pagar y para recibir. Sólo era cuestión de tiempo pero el equilibrio llegaba, perfecto, absoluto.

Y entonces, un buen día, dejé de creer en dragones. Y el tiempo se hizo breve, limitado. No había posibilidad de redención ni de castigo. Había que vivir con las cartas que te había tocado y aceptar el hecho de que el equilibrio era un utopía irrealizable. Mi mundo se volvió considerablemente más hostil, inestable e impredecible...

Así que decidí simplificar las cosas: desde entonces evito en la medida de lo posible leer libros o ver películas cuyo argumento incluya esos desequilibrios que tanto me alteran. La realidad ya es suficientemente inestable como para adornarla con ficción violenta, dramática o, sencillamente, triste.

Y aunque pueda parecer una postura naïf, es sólo cuestión de supervivencia...
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viernes, 25 de mayo de 2012

Necedades y cambio


Tenemos la sensación de que las cosas son cómo son y lo serán así siempre. A pesar de ser conscientes de que el cambio existe, no acostumbramos a interiorizarlo y a integrarlo en nuestras vidas.
Cuándo miramos hacia adelante, siempre lo hacemos manteniendo nuestra vida cómo está con pequeños cambios previsibles y, sobretodo, controlados:  una semana (o quincena, o mes) de vacaciones que rompa la rutina, un cambio en el mobiliario de casa, un nuevo curso (hobby, libro) que suponga un reajuste de horarios.

Y así vivimos sin sobresaltos, pasando un día tras otro en una estructura férreamente controlada de rutina más o menos cómoda. Supongo que eso nos da seguridad y nos permite un cierto grado de control. O una ilusión de que controlamos las cosas…

Pero la vida te puede cambiar en un minuto. O en un segundo. En un instante y cuándo menos te lo esperas, todo aquello que dabas por sentado puede adquirir un nuevo matiz, una nueva dimensión. Puede volverse brillante cómo la explosión de una supernova, o oscura y profundamente triste. No importa lo seguro que estés de la estabilidad de lo que te rodea. El material más duro puede romperse si se utiliza la frecuencia adecuada.

Vivir con esa incertidumbre no es fácil. Hay que asumir que el cambio forma parte de nuestras vidas y que pretender estabilidad eterna es de necios… Pero cuán necios podemos llegar a ser a veces!
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lunes, 19 de marzo de 2012

Recuerdos furtivos


Actualmente sólo sigo dos series americanas “on time”, es decir, más o menos al tiempo que se emiten en USA: “How I meet you mother” y “TheBig Bang Theory”.Este post va sobre la primera, y además inclye un spoiler del capítulo 17 de la 5ª temporada: si eres un ferviente seguidor y aún no lo has visto, deja de leer inmediatamente o atente a las circunstancias. Ya sé que podría haber esperado un poco a escribirlo, cuándo el capítulo llevara un par de meses emitido… Pero es ahora cuándo me apetece escribir sobre ello, y hay que aprovechar la visita de las esquivas musas.

Por poner en antecedentes a los que no siguen la serie: un joven arquitecto (Ted) se enamora de una joven y bella locutora de TV (Robin). Salen un par de años y lo dejan porque sus visiones de la vida son muy dispares. Siguen siendo amigos y comparten apartamento durante cinco años más. En el capítulo 17 de la 5ª temporada, Robin corta con su novio actual y Ted decide que la sigue queriendo y le pide que vuelvan… Robin duda, lo piensa y al final le dice claramente que no le quiere (al menos no cómo debiera). Un amigo común (Marshall) le pide a Robin que se mude de apartamento por el bien de Ted; mientras viva con él, seguirá pendiente de ella.

Después de eso, se ve una escena del capítulo con música (triste) de fondo, en la que Ted está en la azotea del edificio (es de noche), pensando en todas los momentos que han pasado juntos… Mientras Robin empaqueta sus cosas en la habitación. La escena acaba con Ted mirando cómo ella sale por la puerta del apartamento con sus cosas.

Dicen que estamos protegidos contra el dolor físico, de forma que no podemos recordarlo. Por mucho que algo te haya dolido (la rotura de un hueso, un parto, una piedra en el riñón), una vez ha dejado de dolerte ya no eres capaz de recordar la sensación exacta. Recuerdas que fue muy intensa, pero no el dolor en sí. Pues bien, no sucede lo mismo con el dolor emocional. Ese se puede recordar y volver a sentir en el momento más inesperado. Eso fue lo que me pasó a mí al ver cómo la puerta se cerraba tras Robin. Desconozco qué mecanismo me pudo llevar a ese punto, pero volví a sentir ese dolor profundo en el pecho que sientes cuándo alguien al que amas con locura se va de tu vida. Volvieron a mi memoria esos momentos en los que me rompieron el corazón (pocos, ciertamente, pero muy intensos) y volví a sentirme profundamente sola. La desesperación volvió metálica mi saliva y un nudo en el estómago hizo que me costara respirar.

Sentí de nuevo, en todo su esplendor, esa sensación de que todo tu mundo se desmorona bajo tus pies y no hay nada a lo que puedas cogerte para evitar la caída en un pozo sin fin. Ese intento desesperado de que esa espalda que se aleja se dé la vuelta y sea todo un malentendido…

No duró demasiado, afortunadamente, pero me atacó a traición. Desconozco el motivo, y eso no me gusta. Saber el porqué ocurren las cosas ayuda mucho a que se puedas repetirlas o evitar que ocurran de nuevo. Y no quiero volver a sentirme así. Ni aunque sólo sea por el recuerdo furtivo de alguien que está ya muy lejos de mi vida. ¿Cuántas noches hacen falta?
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martes, 14 de febrero de 2012

Madalenas y tiempos perdidos

Llevo una temporada con la sensación de estar en la cresta de la ola… Esa extraña sensación en el estómago de que el tiempo pasa muy rápido y tú vas subiendo y en cualquier momento empezará la bajada. Por supuesto, tengo clarísimo que es algo puramente circunstancial y ligado al parón en la UOC. Eso hace que tenga más tiempo libre y se me ocurren mil ideas para ocuparlo. La consecuencia directa es que no sólo dejo de tener tiempo libre, sino que voy mucho más estresada que cuándo “sólo” tengo que estudiar y hacer trabajos…


El parón de este semestre me ha permitido descubrir el fascinante mundo de las madalenas, de las que dejo una muestra.  El problema de hacer madalenas e ir experimentando con las diferentes recetas (tengo que confesar que he acabado, cómo no podía ser de otra forma, haciendo un excel: es mucho más fácil trabajar con % relativos de ingredientes respecto a la harina, que ir haciendo pruebas maguferas a ver si suena la flauta), es que en casa me han prohibido que las haga en una temporada. Y en casa de mi madre también… Al parecer, tanta madalena ha tenido un efecto inmediato en el peso de los usuarios y ahora se me quejan .
Cómo no podía bajar del carro (eso debe ser lo que sienten los adictos a la fama), las he acabado haciendo para los compañeros del trabajo, o para las partidas de rol con amigos. Pero esto tiene que parar, claramente. En un par de semanas empieza el nuevo semestre y no voy a poder seguir dedicándome a estos menesteres culinarios.

El otro día me preguntaba una amiga: “Y no puedes, sencillamente, descansar hasta el comienzo del nuevo curso?”. Ja! De eso nada… Si paras, luego te cuesta un montón arrancar. Además, arrancar y parar es de pobres.

Así que esta tarde le prepararé una hornada de madalenas sin canela a mi hermana, que está enferma en casa con anginas y me las ha pedido. Y sí, es ciertísimo que me las ha pedido ella… aunque quizá yo le haya sugerido que le irían bien para pasar el mal trago.

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lunes, 16 de enero de 2012

Diario de Victorias

Hace un tiempo escribí una serie de entradas en otro foro respecto a los logros que iba consiguiendo mi hija. Con la intención de que no se pierdan, no por su valor literario sinó por lo que para mí representan, he decidido juntarlas todas aquí. Están escritas entre septiembre de 2009 y abril de 2010, seis meses que fueron muy significativos en su evolución.

Un paso más
Mi hija ya come alimentos sólidos. Sentada a su lado en la mesa de la cocina, frente a un plato de diminutos trozos de pan de molde regados con Nocilla (le encanta el chocolate) veo como los mira, selecciona y coge uno de ellos con los dedos.

Se lo lleva a los labios y, en vez de chuperretearlo, se lo introduce en la boca. La miro mientras descubre lo que es masticar (ella vino sin ningún extra de serie; hay que írselos poniendo uno a uno con paciencia infinita). Abre y cierra la boca, tremendamente concentrada en su trozo de pan con chocolate... Hasta que veo que abre mucho los ojos y descubro que se lo está tragando... Noto su extrañeza ante el paso de la comida y compruebo encantada que no lo devuelve como siempre había hecho. Estoy tan contenta que me acerco y le doy un beso. Ella está demasiado pendiente del chocolate, así que me aparta con un brazo mientras elige el próximo trozo que atacar. Han sido meses de duro trabajo preparándola a ella y buscando combinaciones de alimentos y texturas para llegar a este momento.

Apenas un paso infinitesimal para la Humanidad... pero un paso de gigante para Sara.

Canción de cuna
Mi hija lleva unos días muy irritable. Sospecho que le tiene que doler algo, porque arrastra una tos fea desde hace semanas y los jarabes no le hacen nada. El caso es que está cansada e irascible buena parte del tiempo...Ayer, cuándo acabó su sesión de terapia habitual, tenía un aspecto especialmente cansado. Parecía un animalillo enfermo; le faltaba energía. Vino a buscarme, me dio la mano y me llevó hasta su habitación. Normalmente, en ese punto, la dejo allí y me alejo; no quiere compañía cuándo está en su guarida. Pero ayer fue diferente. La vi tan indefensa que no pude irme. Ella se sentó en la camita, apoyada contra la pared, y se quedó quieta, sin ni siquiera ir a buscar alguno de sus juguetes. Me acerqué a ella y la tapé con su manta preferida. Sonrió y siguió quieta, mirando hacia su regazo...Así que decidí arriesgarme y me senté a su lado. Le empecé a decir cosas bonitas, esas cosas que dicen las madres a sus bebés, mientras le acariciaba sus preciosos rizos. Incluso me lancé a darle un par de besos...En ningún momento me rechazo, ni siquiera se alejó de mí como en otras ocasiones. Estuvimos allí un rato, solas, el tiempo se paró y, por fin, después de años, pude acunar a mi hija.

Miradas
Ayer mi hija me tomó de la mano y me sentó a su lado en el sofá. Tras unos instantes de jugar con un pequeño piano se giró hacia mí y me miró. Me miró y me vio. Por primera vez en casi cuatro años.

La vida puede ser maravillosa.
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martes, 10 de enero de 2012

Mi encierro

Víspera del día de Reyes a las 15:30 de la tarde. Mi horario laboral a punto de acabar y la oficina prácticamente vacía ya que ese día todo el mundo trabaja hasta las 15:00.

Decido ir al servicio justo antes de empezar a recoger mis trastos e irme para casa; he quedado con mi marido, los niños, mi madre y mi hermana para ir todos a la Cabalgata de Reyes que empieza a las 17:00 (lo sé, lo sé… planazo!!!).

Al ir a salir del cubículo al que llaman lavabo en mi oficina, descubro con horror que el pomo se ha bloqueado y que no puedo abrir la puerta. En la zona del edificio en la que trabajo, utilizamos ese baño tres mujeres: una está de vacaciones, la otra salía justo cuándo yo entraba y la que falta está encerrada en 0,96m2. El número no es baladí: tras los golpes y gritos de rigor para intentar que alguien se diera cuenta de que me había quedado encerrada, me dediqué a calcular las dimensiones de mi encierro: 1,2m de largo por 0,8m de ancho por 2,6m de alto. Un lujo, oyes…

La primera media hora transcurrió entre la sorpresa de la situación, los intentos de que “me se oyera”, y cálculos varios: además de los directos resultantes de multiplicar el número de baldosas por su longitud, hice varias aproximaciones para estimar lo que ocupaba el escaso mobiliario (un inodoro y una papelera higiénica femenina). De ello deduje que el espacio “libre” para pasear se reducía a 0,7 m2.

La segunda media hora me dí cuenta de que los golpes rítmicos podían inducir a error y hacer creer a un posible rescatador que se trataba de alguien haciendo obras. Procedí pues a dar golpes siguiendo melodías más elaboradas que acabaron con un “Para Elisa” bastante decente.

La escasez de resultados provocó tal desánimo en mí que, acomodándome entre la pared y los hierros del inodoro me quedé dormida… Aunque fueron apenas 15 minutos, me desperté con fuerzas renovadas! Ello me hizo darme cuenta de que las circunstancias no eran extremas: acababa de comer, disponía de un inodoro y de agua… aunque la falta de cisterna podía ser un poco desagradable si la sed me acosaba.

Decidí inspeccionar de nuevo mi celda y pensé en el techo técnico. Subiéndome al inodoro, presioné los trozos de techo hacia arriba de forma que uno de ellos se descolgó ligeramente hacia abajo: cayó así hacia mí una cantidad considerable de polvo que no me impidió ver la negrura del espacio superior. Consideré la posibilidad de que hubiera habitantes en aquel espacio y procedí a dejarlo como estaba: estar sola era malo, pero compartir aquel reducido lugar con una rata era bastante peor…

Para activar mi musculatura, un poco acartonada, decidí hacer flexiones en diagonal, ya que no daba más de sí el espacio disponible: descubrí que en esa posición puedo multiplicar por cinco el número de flexiones respecto a hacerlas en posición horizontal.

Habían pasado ya dos horas, y a pesar de mis gritos cada vez que oía algún ruido, nadie parecía darse cuenta de que estaba encerrada… Hasta que oí ruidos en el baño de hombres, contiguo al mío. Para mi alegría, esa vez mis imprecaciones llegaron a buen puerto, y un amable compañero que a las 17:30 seguía trabajando, llamó a Seguridad.

A partir de ahí todo fue muy confuso: la segurata no pudo abrir la puerta y llamó a Mantenimiento. El operario intentó forzar el pomo sin romper la puerta y parece que no fue posible así que me dijeron que me apartase que tiraban la puerta abajo…

En menos de 1m2, la idea de apartarse es poco menos que una utopía, así que me encaramé al inodoro para que al menos este parara el golpazo inicial… Y al fin ví de nuevo la luz del día y fui libre!!!!

SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.