viernes, 9 de mayo de 2008

Culpables

A veces en la vida te pasan cosas malas. Algunas sólo son un poco malas y otras muy malas. Además, pueden dividirse entre las que tienen un culpable claro y las que no lo tienen. Por ejemplo, si te atropella un conductor borracho, ahí tenemos a un culpable claramente identificado... sin embargo, si una noche de tormenta cae un rayo y te quema la casa, ¿a quién culpas? ¿A la fatalidad?
Este último caso es el que me gustaría comentar. Cuándo te pasa algo malo y no tienes un culpable contra el que descargar tu ira, es como si ni siquiera te dieran la oportunidad de redimirte, es la última bofetada. Esa ira se te queda enquistada, y aunque te creas que has superado el trance, sigue ahí, esperando su oportunidad.
Luego, a medida que va pasando el tiempo, te vas olvidando de ella, y parece que se ha ido de tu vida, y vuelves a ser feliz. El cuerpo humano tiene una capacidad de supervivencia sorprendente. Pero entonces, algo pasa, un hecho puntual, sin relevancia, que abre la caja de Pandora y te hace darte cuenta de que sigues necesitando culpabilizar a alguien desesperadamente.

Hace un par de días, tuvo lugar un incidente que destapó mi caja de Pandora... y pocas horas después tuve un problema con un compañero de trabajo que está en Madrid. La distancia hizo que el problema se originara vía correo electrónico. Cuándo quise darme cuenta, estaba escribiendo un mail extremadamente violento y agresivo, que estaba muy pasado de vueltas respecto al problema original. Me dí cuenta que había encontrado un culpable y le quería hacer pagar todas las deudas pendientes... Tuve que hacer un difícil ejercicio de autocontención, y borrar el correo sin enviarlo.

No le contestaré. No sería justo hacerle pagar más cuenta de la que debe, y no me veo capaz de controlarme. ¡Qué complicados somos!

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SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.