Hoy he recordado que tenía un blog. Ha sido una de esas carambolas curiosas: de un blog que sigo he ido a una entrada de un blog que desconocía y no he podido resistir la tentación de opinar. Y entonces me ha pedido que firmara el comentario y he recordado que tenía un blog en alguna parte...
Y aquí estoy. Imposible escribir en pocas líneas la vorágine demencial en que se ha convertido este curso escolar, que es más o menos el tiempo que llevo callada. Y cómo buenas noticias ha habido más bien poquitas, y las malas han sido muy chungas, creo que voy a obviar estos meses y dejar que se queden en mi recuerdo. Ya sabemos todos que la memoria es selectiva; quizá dentro de quince años recuerde esta época "obviada" como una etapa idílica...
Ahora me voy que tengo mucho trabajo. Poco interesante, eso sí, pero con una excelente gratificación a final de mes (totalmente insuficiente para lo que yo me merezco, coño, que yo valgo mucho).
Y dado que acabo de recordar de la existencia de este blog, lo mismo me animo en breve y me da por escribir más cosas...
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viernes, 17 de junio de 2011
jueves, 23 de septiembre de 2010
La niña que soñé
Parece ser que la tarjeta de acceso a mi centro de trabajo está muy deteriorada. Ciertamente, apenas se me vé la cara, así que tuve que solicitar un duplicado. En él se pedía una foto, de forma que empecé a rebuscar entre las fotos en formato electrónico que tenía a mano una que fuera adecuada.
Y entonces me topé con una imagen que hacía años que no veía: es del primer día de colegio de mi hija Sara. Todos los primeros días de colegio de los niños cuándo iban a preescolar, me cogía fiesta y los llevaba yo al cole. La tradición marcaba, además, que hubiera foto oficial de la salida hacia la escuela. Y allí estoy yo, con mi niña de casi un año en el cochecito sentada y mis otros dos hijos, de casi tres y casi cinco años a ambos lados.
Creo que aquel fue el último día perfecto. Que todas las sospechas que bullían en mi interior respecto a Sara empezaron a tomar cuerpo cuándo fuí a recogerla por la tarde y me explicaron como había ido el día. Cuándo ví a los otros niños de su edad a su lado, y parecía que tuvieran el doble de edad...
Mirar esa foto, tan a contrapelo, sin estar preparada, hizo que volviera de nuevo todo el dolor que vino después, las sospechas y dudas, la confirmación de la terrible enfermedad que padece, el ingreso en el hospital, la búsqueda de un tratamiento... de esperanza.
Pero todo eso no fue lo peor que me trajo aquella foto.
Lo peor fue darme cuenta que sigo llorando a la niña que soñé y que murió cuándo nació mi hija.
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Y entonces me topé con una imagen que hacía años que no veía: es del primer día de colegio de mi hija Sara. Todos los primeros días de colegio de los niños cuándo iban a preescolar, me cogía fiesta y los llevaba yo al cole. La tradición marcaba, además, que hubiera foto oficial de la salida hacia la escuela. Y allí estoy yo, con mi niña de casi un año en el cochecito sentada y mis otros dos hijos, de casi tres y casi cinco años a ambos lados.
Creo que aquel fue el último día perfecto. Que todas las sospechas que bullían en mi interior respecto a Sara empezaron a tomar cuerpo cuándo fuí a recogerla por la tarde y me explicaron como había ido el día. Cuándo ví a los otros niños de su edad a su lado, y parecía que tuvieran el doble de edad...
Mirar esa foto, tan a contrapelo, sin estar preparada, hizo que volviera de nuevo todo el dolor que vino después, las sospechas y dudas, la confirmación de la terrible enfermedad que padece, el ingreso en el hospital, la búsqueda de un tratamiento... de esperanza.
Pero todo eso no fue lo peor que me trajo aquella foto.
Lo peor fue darme cuenta que sigo llorando a la niña que soñé y que murió cuándo nació mi hija.
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martes, 7 de septiembre de 2010
De vuelta
Se acabaron las vacaciones. Este año han dido especialmente difíciles. Jodidas, me atrevería a decir. Pero como suele ocurrir, incluso entre el estiércol puedes encontrar alguna flor.
Lo bueno de tocar fondo es que te permite tener un punto de apoyo para tomar impulso hacia arriba. He vuelto de las vacaciones con un listado enorme de tareas; ahora sólo falta ir poniendo el "hecho" correspondiente en cada una de ellas. Creo que finalmente he sido consciente de que no se puede jugar al mus con una baraja francesa. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. Para nada.
Ahora toca ponerse las pilas y aprender a jugar a póker. Para eso sí que tengo cartas. Y esta vez, además, algo ha debido pasar algo extraño a nivel molecular porque noto en cada una de mis células la sensación de cambio, de final de etapa. Este año ha sido el Tourmalet, y me ha dejado exhausta en todos los sentidos.
Esperemos que ese cambio se materialice y me permita conseguir el maillot amarillo. Aunque sea un color que me favorezca bien poco.
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Lo bueno de tocar fondo es que te permite tener un punto de apoyo para tomar impulso hacia arriba. He vuelto de las vacaciones con un listado enorme de tareas; ahora sólo falta ir poniendo el "hecho" correspondiente en cada una de ellas. Creo que finalmente he sido consciente de que no se puede jugar al mus con una baraja francesa. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. Para nada.
Ahora toca ponerse las pilas y aprender a jugar a póker. Para eso sí que tengo cartas. Y esta vez, además, algo ha debido pasar algo extraño a nivel molecular porque noto en cada una de mis células la sensación de cambio, de final de etapa. Este año ha sido el Tourmalet, y me ha dejado exhausta en todos los sentidos.
Esperemos que ese cambio se materialice y me permita conseguir el maillot amarillo. Aunque sea un color que me favorezca bien poco.
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lunes, 26 de julio de 2010
The Princess Bride
Hay una escena de una de mís películas favoritas “La princesa prometida” que me vino a la cabeza el otro día. La acción tiene lugar tras el fracaso de los “malos” en su intento de secuestrar a Buttercup. El gigante e Iñígo Montoya se vuelven a encontrar en la población en la que se conocieron y aceptaron el trabajillo del príncipe malísimo: Iñigo está borracho y desesperado y le cuenta al gigante algo así: “Vizzini me dijo que si todo salía mal que volviese aquí al principio. Y aquí estoy, dónde me dijo Vizzini”.
Normalmente, cuándo alguien inicia un proyecto nuevo (de lo que sea, un proyecto de vida, de familia, un nuevo trabajo, un informe…), parte de unas bases. De lo sólidas que sean esas bases dependerá que pueda construir encima con seguridad. En ocasiones fallan las bases, otras veces son los ladrillos que pones encima de ellas los que tienen algún defecto de fábrica… Cuánto más abajo esté el fallo, más graves son las consecuencias cuándo el edificio se derrumbe. Y siempre lo hace. Tarde o temprano, se va al suelo…
Últimamente me siento así. Cómo si, en algún momento, hubiera utilizado material de poca calidad sin ser consciente de ello. Y ahora mi edificio está empezando a oscilar a una frecuencia que no debiera. Inconscientemente, empecé hace un tiempo a deconstruirlo buscando ese defecto de fábrica que provocaba las oscilaciones. Y, aunque éstas han disminuido a medida que iba quitando las capas superiores, no han desaparecido del todo. Y aquí es dónde toma sentido la frase de Vizzini: “Si todo sale mal, vuelve al principio”. Ahora que soy consciente, y que estoy bastante segura que las bases de partida de mi proyecto eran firmes, sólo se trata de ir quitando pieza a pieza las capas superiores. Con mucho cuidado y en el orden correcto, para evitar que se derrumbe en el proceso. Y llegar al principio, a las bases.
Es la única forma de empezar de nuevo. Y hacerlo con la solidez necesaria. ¿Qué he aprendido de todo esto? Que tengo que hacer controles de calidad mucho más exhaustivos de los “materiales” con los que construyo mi vida. No me van a volver a colar gato por liebre. Ya no.
Aquí estoy. Volviendo al principio. Sabed que si os saco de mi vida no tiene porqué ser definitivo, sólo es temporal. A menos que seáis vosotros la pieza que no encaja y que provoca las vibraciones. Entonces, sintiéndolo mucho, no volveréis a tener cabida. Que sólo tengo una posibilidad de construir un rascacielos, y no quiero quedarme con una adosada de dos plantas…
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domingo, 11 de julio de 2010
En las montañas de mi locura
Hay ocasiones en las que tengo la extraña sensación de que estoy dejando atrás mi cordura. Algo así como si mi pensamiento racional derivase a profundas simas inconexas en las que nada es como debiera ser. En esas ocasiones, acostumbro a solucionarlo intentando verme desde fuera, cual experimento sociológico del estilo "Gran Hermano" en el que yo soy la única concursante y la casa es un plano de realidad alternativo.
Otras veces, soy claramente consciente que se me ha dado la oportunidad de tirar los dados, en la que esa intuición de la locura de la que hablaba antes se ha materializado en una mala tirada y, definitivamente, he perdido "sanity".
Hay en mi historial genético una larga tradición de visitas a centros mentales (creo que en las épocas de las que hablo, los llamaban "manicomios"), visitas que se convertían en residencias permanentes. Se da el caso, además, de que las visitantes tenían los dos cromosomas X, cosa que no deja de ser curiosa y digna de mención.
Estoy, según las estadísticas (que ya sabemos que se parecen a la realidad individual lo que Torrebruno a Lobezno), en la mitad de mi vida. No sé con cuánta "Sanity" hicieron mi personaje, ni sé la que ya he gastado. Espero que me quede suficiente como para no acabar enfrentádome yo sola, en un paisaje helado, al más Antiguo de los Antiguos... y que a partir de ese momento mi mundo se reduzca a una habitación de 3x3 metros con hermosas vistas a una realidad que ya no me pertenece.
Mientras llega ese momento, utilizaré la única arma que tengo: la racionalidad frustrada...
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Otras veces, soy claramente consciente que se me ha dado la oportunidad de tirar los dados, en la que esa intuición de la locura de la que hablaba antes se ha materializado en una mala tirada y, definitivamente, he perdido "sanity".
Hay en mi historial genético una larga tradición de visitas a centros mentales (creo que en las épocas de las que hablo, los llamaban "manicomios"), visitas que se convertían en residencias permanentes. Se da el caso, además, de que las visitantes tenían los dos cromosomas X, cosa que no deja de ser curiosa y digna de mención.
Estoy, según las estadísticas (que ya sabemos que se parecen a la realidad individual lo que Torrebruno a Lobezno), en la mitad de mi vida. No sé con cuánta "Sanity" hicieron mi personaje, ni sé la que ya he gastado. Espero que me quede suficiente como para no acabar enfrentádome yo sola, en un paisaje helado, al más Antiguo de los Antiguos... y que a partir de ese momento mi mundo se reduzca a una habitación de 3x3 metros con hermosas vistas a una realidad que ya no me pertenece.
Mientras llega ese momento, utilizaré la única arma que tengo: la racionalidad frustrada...
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martes, 6 de julio de 2010
Pimientos e intensidades
Este fin de semana pasado hemos participado en una salida familiar de una asociación para niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista). Hacen este tipo de salidas todos los años, pero hasta este no nos veíamos preparados para apuntarnos.
La experiencia ha sido intensa, pero de una intensidad dolorosa. Con determinado tipo de “intensidades”, me pasa como con el pimiento: ni me gustan ni me sientan bien. Aún necesito digerir bastante todo lo que hemos vivido estos tres días; no obstante, me gustaría destacar algunas cosas.
Pimiento Verde: el ver a otros niños con el trastorno. Sin duda alguna, mi hija es especial. Hace cosas diferentes, pero que yo he asimilado como normales, de forma que ni me sorprenden, ni me llaman la atención. De repente, he visto cómo ven a mi hija los demás. Y es extremadamente inquietante darte cuenta de ello. Eso me hace entender mejor a la gente que nos mira “raro”, que de esos hay muchos.
Pimiento Rojo: las cosas que me han explicado algunos padres. Cómo utilizaban homeopatía o Flores de Bach y creían que servía para algo, que habían notado mejoras. No les dije nada; no les desmonté el chiringito de la superstición. No me queda energía para luchar por otros niños que no sean los míos. Cuándo tienes un problema de esa magnitud, no te queda margen para intentar ayudar a quién no quiere que le ayudes. Cómo me comentaba otra madre (con esta sí que hubo “feeling”), quien quiere saber, busca.
Pimiento del Padrón: La resignación. Ver y oir como algunos padres decían que su hijo era así y no podía cambiarse. Que no puedes hipotecar toda tu vida en pagar tratamientos para lograr una ligera mejora. Que debías aceptar que eran bebés eternos y aprender a vivir el día a día intentado simplificar las cosas. Me decían que yo también llegaría a ese punto. Que cae por su propio peso. Quizá tengan razón, pero no hoy. No ahora. No pienso cruzarme de brazos y aceptar que no hay margen de mejora. No voy a tolerar que en casa entre la desesperanza. Mientras haya luz, por tenue que sea, seguiremos sembrando.
En la parte positiva: encuentros, soledades compartidas, proyectos y saber que no estamos tan solos como nos sentimos. Y unas piscinas estupendísimas que valen en sí mismas la excursión hasta allí…
…Y por supuesto, los niños. Nuestros niños especiales: únicos, magníficos y luchadores en un mundo que no entienden ni comparten.
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martes, 29 de junio de 2010
Y aquí seguimos... esperando
Bueno, pues ha pasado un mes desde la última entrada y desde que puse en barbecho algunas relaciones. Lo más peculiar de todo es lo que ha pasado desde entonces... nada.
Mi vida ha seguido exactamente igual, sólo que con algunos problemas menos. Esas personas tan importantes para mí, no han dado ni siquiera un paso adelante para hacerse un poco visibles.
Por un lado, tengo que reconocer que mi vida es más pacífica desde entonces, más tranquila. Por otra parte, me duele que les haya costado tan poco dejarme de lado. Quizá es sólo que están jugando a póker conmigo, probando a ver quién lanza el farol más grande... sin entender que se han acabado los faroles, las tonterías y el comulgar con ruedas de molino.
Mi única aspiración es que la gente que me quiere no me haga la vida más difícil. No creo que sea pedir demasiado.
Eso, sin desmerecer a los que estáis ahí dándome alegrías. Haciendo estos momentos tan complicados más llevaderos. Ya sabéis quien sois, claro. Otra cosa no sé, pero listos, lo sois un rato :)
Gracias por estar ahí, chicos. Y por ayudarme a llevar mi mochila cuándo el camino se hace cuesta arriba.
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Mi vida ha seguido exactamente igual, sólo que con algunos problemas menos. Esas personas tan importantes para mí, no han dado ni siquiera un paso adelante para hacerse un poco visibles.
Por un lado, tengo que reconocer que mi vida es más pacífica desde entonces, más tranquila. Por otra parte, me duele que les haya costado tan poco dejarme de lado. Quizá es sólo que están jugando a póker conmigo, probando a ver quién lanza el farol más grande... sin entender que se han acabado los faroles, las tonterías y el comulgar con ruedas de molino.
Mi única aspiración es que la gente que me quiere no me haga la vida más difícil. No creo que sea pedir demasiado.
Eso, sin desmerecer a los que estáis ahí dándome alegrías. Haciendo estos momentos tan complicados más llevaderos. Ya sabéis quien sois, claro. Otra cosa no sé, pero listos, lo sois un rato :)
Gracias por estar ahí, chicos. Y por ayudarme a llevar mi mochila cuándo el camino se hace cuesta arriba.
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SUS...PIRO
Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.