miércoles, 20 de enero de 2010

Dependencias y lastres

Siempre he odiado las dependencias y obligaciones. Hasta extremos ridículos... he llegado a desapuntarme de cursos a los que asistía y que me gustaban mucho sólo porque me fastidiaba el tener compromisos fijos a horas determinadas algunos días.
Y esa manía no se me pasa con los años. Sigue estando ahí, calladita porque ahora tengo responsabilidades personales que no la dejan hablar. Y como tonta no es, espera su momento.

Y el momento llegó hace poco. Ocurrió un hecho que, como las magdalenas, me transportó a otra época. El hecho en sí fue grato... hasta que poco después esa maldita voz salió de nuevo para demostrarme que, a pesar de los años, seguía teniendo una dependencia que había olvidado.

Y aquí estoy intentando racionalizar si es cierto o no, cuándo sé perfectamente que existe y tiene el tamaño de un autobús... pero de los de dos pisos.

Y que queréis que os diga. Me jode...
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SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.