martes, 6 de enero de 2009

Poesía

Bueno, parece que el año nuevo empieza diferente. Me han dedicado una poesía, así que qué menos que transcribirla aquí:

Pues mira Susana linda,
yo solo te voy a decir
que poesías para ti
son muy difíciles de escribir.

Porque tu eres todo eso:Mar, sol, arena y verso.

O.O (2009)

Mil gracias de nuevo!

...

viernes, 19 de diciembre de 2008

I need a hero...

NO TE SALVES .

No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora ni nunca.
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No te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer lo párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo.
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Pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el jubilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti.
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jueves, 18 de diciembre de 2008

Rayas y desamores

En ese estado de profunda meditación que antecede al sueño, y del que ya he hablado en otras ocasiones, vino a mí un recuerdo antiguo y profundo. De aquellos irremediablemente ligados a intensas emociones que hacen que mi corazón se acelere al ritmo de una lambada.

En este caso era un recuerdo triste, no por lo que el recuerdo era en sí, sino por las sensaciones que provocó en mí.

Tenía yo un compañero de Universidad perfecto: guapo, alto, simpático, educado, de buena familia.Y además que me quería un montón...como amiga. Venía muchos sábados por la tarde a casa a estudiar conmigo, y mi madre estaba encantada con él. Me insistía en que ese chico me convenía, pero claro, el problema era que (aunque me hubiera encantado), él no tenía el interés en mí necesario para que aquello fuera más allá y se convirtiera en una relación. Para colmo de males, tenía una novia muy maja que me caía bastante bien.
Recuerdo una noche de sábado que quedamos varios amigos para cenar e ir de copas. Él, por supuesto, vino con su novia. Después de la noche de juerga, llegó el momento de la despedida. Charlamos un rato en la esquina de la calle Balmes con Londres, nos dimos un beso y ví como se alejaban ellos dos por la calle Londres mientras yo me quedaba allí sola... Su novia llevaba un jersey a rayas azules y blancas que se fijó en la memoria junto con aquella terrible y profunda sensación de soledad. Una voz dentro de mí me decía que era yo la que tendría que estar yendo hacia el coche con él, en vez de quedarme como un espantajo plantada en aquella esquina.

Han pasado quince años de aquel episodio, y no he olvidado aquel jersey a rayas...
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lunes, 15 de diciembre de 2008

Ya están aquí

Bueno, ya ha pasado un año y vuelven a hacer acto de presencia las Navidades. No sé qué extraño mecanismo se pone en marcha a partir del puente de la Purísma, pero el caso es que mis biorritmos empiezan a bajar en picado hacia las profundidades insoslayables de la más profunda tristeza... y no remontan hasta el 7 de enero.

Dicho en plata: no soporto las Navidades. Tienen un desagradable efecto en mi ánimo que no me apetece sufrir, y sin embargo tengo que pasar por ello un año detrás de otro. Y no es porque tenga alguna pérdida que lamentar, ni porque quede más snob que no te gusten las Navidades. Desde que tengo uso de razón, he tenido esos mismos sentimientos. Incluso recuerdo un día de Navidad del año 88; estaba en la cocina de casa de mis padres, tomando un café... miré el reloj y tuve la sensación de que el tiempo se congelaba, no avanzaba. Entonces me dije a mí misma: ¿cómo estarás el día de Navidad de dentro de diez años?

Lo cierto es que el año 98 no pensé en aquella escena, la recordé después. Pero la respuesta hubiera sido: estarás jodida, como siempre...
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viernes, 28 de noviembre de 2008

miércoles, 26 de noviembre de 2008

A través del espejo

Llevo una temporada muy complicada... Tengo un montón de trabajo que no me acabo, en la empresa el fantasma del ERE planea a cada momento, y he pasado por tres varicelas en un mes.
Si a eso se le añade mi movida vida social, y que me apunto a un bombardeo, queda perfectamente explicado el que esté más cansada que si acabara de subir al Everest.

Pero mira, que quieres que te diga, hacer tantas cosas con tan poco tiempo e ir corriendo siempre para llegar siempre tarde tiene una ventaja: no te queda tiempo para pensar... Siento cómo hace bien bien un mes que he desconectado el cerebro de mis neuras. Ahora se ven, pero a través del espejo, de forma que no interactúan.

Y eso es bueno, si señor...

domingo, 16 de noviembre de 2008

Qué largo es el camino...

Era un sábado por la mañana cualquiera del mes de marzo. Hacía un día estupendo, así que mis hijos mayores salieron al jardín a jugar. El sol brillaba con intensidad, oía sus risas mientras corrían y jugaban con la pelota.
Sara tenía apenas un año y medio, y no caminaba. Estaba sentada en su rincón favorito del salón con todas las piezas del Lego a su alrededor. Tomaba una pieza del montón de su derecha, la giraba, la mordía, la volvía a girar… y la dejaba en un montón a su izquierda. Era uno de sus rituales favoritos.
Parecía que todo estaba controlado y tranquilo, así que pensé en aprovechar para ponerme al día de algunos temas pendientes. Mi hija asistía a terapia en el CDIAP, y llevaban unos meses buscando una guardería que se adecuara a sus necesidades especiales. Después de mucho hablar y gestionar, habían conseguido una plaza para ella, aunque fuera de plazo… y era necesario hacer todo el papeleo para matricularla. El lunes siguiente debía llevar los papeles firmados, así que los cogí junto con un bolígrafo, y me senté en la mesa del comedor a rellenarlos, cómo tantas veces había hecho con otras tantas matrículas para mis hijos mayores…

Empecé con el nombre, dirección, y todos esos datos habituales. Cuándo ya parecía que no quedaba nada por rellenar, llegué a una casilla en la que especificaba: “Si el niño/a tiene necesidades educativas especiales, marque esta casilla”. Quizá no decía exactamente eso, pero la casilla existía y tenía ese fin.
Lo leí la primera vez, y algo extraño me pasó. Me quedé bloqueada. No podía marcarla. Lo volví a leer… y todo empezó a cambiar. De repente, el tiempo se paró, dejé de oír a mis hijos en el jardín, dejé de ver a Sara y sus legos, y el sol se oscureció.

Sólo podía ver aquella casilla y las palabras “Necesidades Educativas Especiales”. Yo era perfectamente consciente de que mi hija era diferente al resto de los niños. Sabía que tenía un trastorno y lo que ello significaba. Pensaba que ya había pasado por el duelo y la aceptación, y que a partir de entonces todo el camino sería recto, sin recodos ni cuestas inesperadas.

Y esas palabras seguían allí, bloqueándome y hundiéndome poquito a poco. Pese a ser perfectamente consciente de la situación de Sara, el hecho de marcar esa casilla me parecía de alguna manera, como “oficializar” su problema. Era como gritarlo ante la sociedad: mi hija está enferma. Ya no había marcha atrás. Sara se incorporaba al sistema educativo, a la sociedad, con un handicap. Y su madre no estaba preparada para dar ese paso definitivo. Miré a mi princesita; para mí era un ángel sin alas… pero esa casilla significaba que nunca podría tener esas alas por sí misma, que tendríamos que construírselas entre todos, y la magnitud de la empresa me abrumaba.

Tras un largo rato de mirar el papel, decidí posponer la decisión. Lo guardé en su sitio, e intenté distraerme con otras cosas. Pensé en comentárselo a mi marido, pero tampoco me ví con ánimos de seguir dándole vueltas al tema, así que lo aparqué de momento. Pero el lunes siguiente tenía que presentar los papeles, así que no tenía mucho tiempo para pensármelo…
Pasé todo aquel fin de semana buscando sinónimos a esas palabras “Necesidades Educativas Especiales”, diciéndome que lo importante era que Sara tuviera una plaza en una buena guardería. Intenté convencerme de que le estaba dando una importancia que no tenía, pero todo fue inútil.
Firmar aquel papel reabrió todas las heridas que ya creía cerradas, y además por sorpresa, en una preciosa mañana de marzo.

Los duelos son largos pero necesarios. A veces, para soportar el dolor, nos engañamos y pensamos que hemos avanzado, pero aparece una pequeña tontería y nos hace volver al punto de partida como si el tiempo no hubiera pasado.
No sé cuándo se acabará mi duelo. Sólo sé que tengo que estar preparada para aceptarlo la próxima vez que me pille desprevenida.

Mi ángel no tiene alas, pero entre todos le construiremos una escalera hasta el cielo.

SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.