Llevo una temporada muy complicada... Tengo un montón de trabajo que no me acabo, en la empresa el fantasma del ERE planea a cada momento, y he pasado por tres varicelas en un mes.
Si a eso se le añade mi movida vida social, y que me apunto a un bombardeo, queda perfectamente explicado el que esté más cansada que si acabara de subir al Everest.
Pero mira, que quieres que te diga, hacer tantas cosas con tan poco tiempo e ir corriendo siempre para llegar siempre tarde tiene una ventaja: no te queda tiempo para pensar... Siento cómo hace bien bien un mes que he desconectado el cerebro de mis neuras. Ahora se ven, pero a través del espejo, de forma que no interactúan.
Y eso es bueno, si señor...
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